Julia Quispe Tincuta (30) tiene la seguridad de quien literalmente ha vencido a las alturas. Escalar los 5960 msnm del nevado Huayna Potosí, o los 6438 del majestuoso Illimani son retos que venció hace mucho. Quizá empezó a hacerlo a los diez años, cuando acompañaba a su papá en las travesía.
“Vengo de la provincia Murillo, cantón Zongo, comunidad Chucura”, se presenta. Su padre custodiaba el ingreso al Huayna Potosí, aquella montaña situada al oeste de Bolivia, sobre la Cordillera Real de los Andes. De allí que para ella era “normal” ascender al Sajama (Oruro) o al Condoriri (La Paz), los otros colosos que custodian este altiplano.
La muerte de su padre, cuando apenas tenía 13 años, la llevó a salir a la ciudad de La Paz para buscar trabajo. Tenía hermanos pequeños y necesitaba ayudar a sostenerlos. Se dedicó a la cocina y aquello la alejó de las montañas hasta 2015. Ya adulta y con dos hijos, un día una de sus hermanas le invitó a subir el Illimani. Cuando Julia llegó a la cumbre sin percance, acostumbrada a caminar cuatro o cinco horas de forma cotidiana, pensó: “no voy a dejar de escalar”. En realidad, no solo se refería a la idea de vencer picos, sino a traspasar fronteras. “Voy a conocer otros países”, se dijo. Ahí empezó a practicar las escaladas. Una foto que le tomaron casualmente y que se viralizó por Facebook la llevó a la fama, al igual que sus hermanas Alicia y Elena
Al verlas, el Centro de Estudios y Cooperación Internacional (CECI Bolivia) comenzó a trabajar con las cholitas escaladoras, como se las empezó a conocer en los medios de comunicación paceños. Hasta ese momento -2017, 2018- no eran reconocidas como guías de turismo de montaña, sino simplemente como mujeres de pollera que escalaban montañas.
CECI se encargó de acompañar a estas mujeres, para promover productos turísticos operados y liderados por mujeres, inicialmente en alta montaña. Así surgió Cholitas Escaladoras Bolivia Climbing, para que ellas mismas se conviertan en operadoras de turismo en alianza con otros operadores como la Asociación de Guías de Montaña de Bolivia.
“Empezamos con un grupo de mujeres que ya trabajaban en turismo, pero cuyo rol era distinto al que ahora ejercen (eran cocineras o ayudantes). Las capacitamos y posteriormente se conformaron asociaciones de turismo lideradas y conformadas eminentemente por mujeres”, cuenta Gabriela Soliz, coordinadora del proyecto de artesanía y turismo comunitario de CECI.
A partir de ello se logró que el grupo de mujeres se una a la Asociación de Guías de Montaña y Trecking de Bolivia (AGMTB) y se consolide la Asociación Cholitas Escaladoras Climbing Bolivia, con 15 cholitas capacitadas para ejercer labores de guiaje y apoyo de guiaje en alta montaña. El impacto fue grande, pues ellas mejoraron sus ingresos, ya que antes solo percibían dinero por labores en portería y cocina. A nivel macro, se convirtieron en ejemplo para sus pares en otros niveles, y ahora muchas más consideran la guía de montaña como una labor realizable, independientemente del género.
Contra el sistema
“Siempre me decían, ella no va a poder. Hasta cierta parte va a subir, después va a volver. Pero yo me he tapado los oídos y he subido”.
Julia Quispe sabía de esos comentarios de sus compañeros guía. Su esposo, quien ejerce el mismo oficio, la apoyó siempre. “Me decía, ‘no te quedes, vos tienes que estar siempre yendo, vas a poder’”.
Con esas palabras de aliento llegó al Huayna Potosí, y después de dos semanas al Illimani. Durante dos meses trabajó como asistente de guía, ahora es guía oficial certificada y reconocida. Tiene dos hijos, de 15 y 14 años, y la mayor quiere seguir sus pasos. Al igual que ella, empezó a escalar cuando tenía 10 años, al lado de su padre y de su madre. “Cuando yo llegaba a la casa, me preguntaba: ‘mami, cómo has llegado a la cumbre, qué cosa has visto, ¿es bonito?’”.
Pero la facilidad de escalar no era el problema. El conflicto estaba en convencer a los varones que las habilidades físicas eran las mismas.
Mónica Guzmán Ruiz, la Iyapïmbae guaraní
Gabriela Soliz dice que convencer a los guías fue un trabajo de sensibilización y constancia. En las primeras reuniones de acercamiento, literalmente ellos dijeron: “no, no tiene sentido, no van a poder”. Según los varones, porque no estaban al mismo nivel.
Entender que las mujeres llegaban a fortalecer la asociación a partir de su participación, y a mostrar un entorno mucho más inclusivo, fue clave. “Porque, así como hay guías mujeres, también hay mujeres que hacen turismo de montaña que se sienten más seguras cuando tienen una mujer como guía”.
Fruto de ello, hoy en día se realizan actividades enfocadas en ellas para turismo de montaña, como uno que hubo hace poco en Sorata, a 141 kilómetros de La Paz.
Más altura
Actualmente, la Asociación de Cholitas Climbing Bolivia tiene personería jurídica y sus miembros son reconocidas por la AGMTB, pero para ellas es importante el reconocimiento del Congreso del Estado.
Julia, la actual presidenta, ya ha enviado varias cartas al presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, y al propio mandatario, Luis Arce, sin recibir respuesta alguna. También entró en contacto con asambleístas sin que hasta ahora alguien les dé el apoyo.
Lo otro -asegura- es lograr un financiamiento para que las cholitas lleguen al Everest, considerada la montaña más alta del mundo, con 8849 metros sobre el nivel del mar.
‑ ¿Te animarías? -, pregunto.
‑ Me animo, estamos preparadas.