El municipio cruceño está en el ingreso de las Misiones Jesuiticas, así como de las Franciscanas. Los lugareños quieren aprovechar la riqueza de su cultura, un mirador desde el que se aprecia la inmensidad del bosque y la historia de Santa Rosa de la Mina, entre otros atractivos.
Redacción / La Región
Desde lo alto del mirador Turístico Chiquitano San Ramón -una infraestructura de cinco plantas y 23 metros de alto- el inmenso bosque chiquitano luce esplendor y el progreso que representa para las poblaciones de la zona el acceso a una carretera asfaltada. En este lugar, situado a 175 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, es posible tomarse fotos, refrescarse un poco en épocas de calor intenso o, simplemente, observar el extenso bosque. Inaugurado en 2017, su construcción evoca a los templos jesuíticos del circuito chiquitano, ya que este municipio está justo en el ingreso a esta zona.
Aprovechando esa ubicación, así como la riqueza cultural y otros atractivos, autoridades municipales, artesanos, comerciantes y la población en general han puesto sus ojos en el turismo como una alternativa para generar ingresos.
Con el apoyo de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), San Ramón busca convertirse en un lugar donde el viajero descanse antes de ingresar a la Chiquitania o a las misiones franciscanas de Guarayos, y pruebe las delicias que elabora su gente, conozca sus artesanías y -por qué no- comparta con familias que conservan intactas sus tradiciones y costumbres.
Todo esto es parte de un plan que se viene gestando de a poco. Incluye talleres de capacitación para los vendedores de alimentos y la identificación de lugares llenos de historia para que un paseo sea además de divertido, educativo.
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Las fortalezas del municipio
Actualmente este municipio, perteneciente a la provincia Ñuflo de Chávez, es conocido porque en el ingreso están las estatuas de los tres presidentes cruceños que tuvo Bolivia: José Miguel de Velasco Franco (Guarayos), Germán Busch Becerra (San Javier) y Hugo Banzer Suárez (Concepción). No hace mucho se remodeló la plaza, con un estilo chiquitano, que no por ello deja de tener ribetes de modernidad. También cuenta con el mirador mencionado y con una joya del turismo, como es la comunidad Santa Rosa de la Mina, situada a ocho kilómetros del pueblo, cuya iglesia jesuítica es muy antigua.
Como parte del proyecto se considera también a San Ramoncito, una comunidad que tiene como atractivo sus piedras preciosas. Están los socavones de la minería de Comsur, la Laguna Brava, El Cerrito, donde se puede hacer paseo en caballo, y Miraflores, otra comunidad que puede ser parte de este anhelo, pese a que está muy alejada.
“Gran parte del pueblo se dedica a la minería (en este municipio se explota el oro), al comercio, al transporte y a la ganadería. Pero queremos inyectar el tema turismo. De aquí a 20 años queremos que el 60 por ciento de nuestros ingresos, directa e indirectamente, provengan del turismo”, asegura el alcalde Ismael Villca Mamani.
En sintonía con el burgomaestre, el concejal Cerbello Antenor Égüez Arriaza, explica que los pueblos mineros tienden a decrecer por la migración y eso es precisamente lo que se busca evitar. “Se termina el oro y la gente se va, por eso queremos convertir a San Ramón, de pueblo minero, a productivo y luego a turístico”, dice.
Según Villca, el 70 por ciento de los habitantes son oriundos del lugar; un 25 por ciento, gente llegada de todo el país, y un cinco por ciento, son extranjeros. Todo esto busca ser aprovechado en bien de todos, ya que este municipio no solo es el ingreso a la Chiquitania sino también a Guarayos. “San Ramón es un pueblo totalmente chiquitano, aquí vivieron ayoreos y grupos étnicos bien chiquitanos”, afirma Égüez.
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La riqueza de su gente
En el mercado del lugar, los platillos típicos son un manjar al alcance de todo bolsillo. Un locro, un majau o un picante con gallina criolla son el deleite del visitante, aunque también hay horneao humeante para el café de la siesta, una tradición muy cruceña.
En el piso superior están las artesanas, expertas en tejidos chiquitanos y en la elaboración de prendas de vestir de algodón. Aglutinadas en una asociación, ellas también esperan ansiosas que el proyecto turístico se concrete para dar a conocer todo aquello que hacen con las manos.
Ya en Santa Rosa de la Mina, Edith Taury Ortiz elabora cortinas con piecitas de cerámica que ella misma prepara. También sabe de tejidos chiquitanos y junto a su hija y su nuera elaboran bolsones típicos, manteles, tapetes y blusas. Ella lo hace desde 2004, con la constancia de quien ha encontrado una manera de generar recursos.
En su casita de barro con techo de palmas espera a los visitantes, con un letrero que puso a la entrada. Como otras cuatro mujeres, sabe que su talento es apreciado por los turistas, así que siempre tiene una historia que compartir con ellos.
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Para Jenny Flores, responsable del proyecto en la FCBC, estas mujeres son parte vital para encaminar al municipio hacia su meta de convertirse en destino turístico.
Hasta ahora todo ha ido según lo previsto, en cuanto a la identificación de los sitios y la capacitación de la gente. El próximo paso será ejecutar las obras que hacen falta, algo que el burgomaestre –dice- tiene previsto como contraparte del apoyo que llegará del extranjero. Una vez se termine esa etapa, será el visitante el que le ponga el hombro y califique todo este esfuerzo.
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