Su trabajo será expuesto para el centenario de Roboré. El objetivo del taller es conservar, rescatar y valorizar las máscaras de los Abuelos, personajes que son parte de las tradiciones de Santiago de Chiquitos.
Doly Leytón Arnez / Fotos: Steffen Reichle
Con sus pequeñas manos pero con firmes movimientos, empuñando unas cuchillas, van dando forma poco a poco a la cara burlona del Abuelo. Gracias a su gran empeño y entusiasmo, con la guía del profe Toño, como lo conocen en el pueblo, un grupo de niños de las unidades educativas Napoleón Montero y Luis María Oeffner, de Santiago de Chiquitos, concluirán el primer taller de tallado artesanal.
Las bondades de la raíz del árbol del toco (Enterolobium contortisiluquun), con la que se fabrican las máscaras chiquitanas, permiten que los niños aprendan este oficio con facilidad. Es blanda y liviana, similar al corcho, y sólo sirve para el tallado mientras está verde y húmeda.
Durante su aprendizaje, los pequeños artesanos utilizaron pedazos de raíz de toco del tamaño de una cabeza, que limpiaron con un cuchillo y poco a poco le dieron forma de un rostro.
Las máscaras santiagueñas son jocosas y coloridas a diferencia de las de Los Abuelos de San José pintadas con negro, blanco y rojo.
El siguiente paso, un poco más complicado, fue darle una expresión burlesca a las máscaras: formar los ojos, la nariz y la boca fueron determinantes para un buen producto final.
“Las máscaras santiagueñas se caracterizan por ser coloridas y de expresión burlesca”, es lo primero que debieron tomar en cuenta los niños.
Según nos explicó Yuvinca Gareca, una de las voluntarias, una vez terminado el tallado se debe esperar una semana de buen sol para que sequen e iniciar el preparado de los tintes naturales. El color blanco de las máscaras se obtiene con el tisanol, preparado con un aglutinante hecho del cuero de la cola de vaca o conejo y vinagre de alcohol. “Este pigmento natural, además, protege de los bichos y del moho, lo que asegura una larga vida a esta artesanía”.
Los demás tintes que se usan son obtenidos de los minerales que hay por la zona. Cuando el pintado está completo, se deja secar por un día y las máscaras están listas.
Mantener la cultura viva
El curso de tallado de máscaras dirigido a niños santiagueños es una iniciativa de la profesora Filomena Vargas, una mujer entusiasta que lucha por mantener vivas las tradiciones de este pueblo chiquitano.
Según Vargas, con el paso del tiempo se está perdiendo la técnica original de producción de las máscaras y ahora algunos artesanos colorean con pinturas artificiales, preocupación que la llevó a gestar la idea del taller dirigido a niños. “Ellos van a aprender, eso se les queda, así no morirán estas tradiciones”.
Respecto a la historia de la máscara santiagueña, la profesora cuenta que fue un recurso que usaron los indígenas rebeldes durante la evangelización de los jesuitas para distraer a su gente durante las actividades religiosas.
Nuestras máscaras santiagueñas siempre han sido sobresalientes porque son jocosas, expresan burla pero con el tiempo la gente va tergiversando las cosas. Entonces ya no las pintan con tintes naturales sino están usando acrilex, barniz y yo quería que se recupere la tradición de pintar con tintes naturales como por ejemplo el ollín, el caolín y con eso lo están haciendo los niños.
“No todos los indígenas aceptaban que les cambien sus ritos. Primeros los tenían en un cuarto, los “amansaban”, hacían que estén tranquilos para luego empezar la evangelización. Pero algunos reacios se salían y buscaban la forma de que sus compañeros pierdan el interés en lo que les estaban enseñando los jesuitas. Entonces se pusieron a hacer esas máscaras y se las ponían y hacían miles de gambetas para que ellos dejen de estar atentos a las enseñanzas de los sacerdotes. Pero los sacerdotes, más vivos, supieron revertir esa situación y los atrajeron afirmando que también de esa forma se alababa a Dios y que Dios los iba a ayudar. Por esa situación, desde entonces, en todos los actos religiosos siempre existió una clase de danzas con máscaras: Los Abuelos”.
Antes de realizar el curso con los infantes, el profesor Antonio Do Santos, la profesora Filomena Vargas, Yuvinca Gareca, del hotel Churapa, y Arléen Taseó de la FCBC, fueron capacitados por el artesano Félix Cruz, de la Escuela Taller de San José. “El objetivo es conservar, rescatar y valorizar las máscaras de los Abuelos. Es así que de manera voluntaria, Yuvinca y Arlén han concretado el taller, yo ahora estoy enferma no he ido a verlos. Se ha conseguido algo de fondos y el profesor recibe un pago”, explicó Filomena.
Vargas espera que al ver los resultados de los tallados, otras instituciones apoyen a que este proyecto se mantenga de forma permanente porque además de incidir en la conservación y rescate de la cultura, es un modo de que las familias santiagueñas generen ingresos económicos.
Los trabajos tallados serán llevados para la exposición del lanzamiento del Centenario de Roboré, también se mostrarán en la feria internacional del libro de la ciudad de Santa Cruz.
El Hostal y Restaurant Churapa, la FCBC, la alcaldía de Roboré y la Subalcaldía de Santiago de Chiquitos ayudaron económicamente para el desarrollo del curso.
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