Texto y Fotos: Verónica Avendaño
“En medio del silencio abrumador escuchamos cadenas que se arrastraban y se acercaban hacia el puesto de guardia numero 4, lugar donde mi camarada y yo estábamos de turno. No pudimos reaccionar, estábamos perplejos escuchando como aquel sonido se acercaba más y más. Sentimos que algo suave y muy ligero pasó sobre nuestros cuerpos… y dejaron de sonar las cadenas”, relata Moisés Céspedes, ex cadete del Liceo Militar Teniente Edmundo Andrade edificado en la propiedad del espectacular Castillo La Glorieta de Sucre.
Este tipo de historias son comunes entre quienes custodian el castillo. Algunos dicen que escuchan sollozos de espíritus, cadenas que son arrrastradas por el suelo; otros que han sido testigos de objetos que cambian de lugar y que incluso de apariciones de personajes con vestimentas antiguas. Caminando alrededor del Castillo y escuchando estos relatos no es difícil imaginar esas escenas porque la imponente estructura evocan a la época en la que los príncipes Argandoña, dueños del lugar, solían pasearse por sus jardines.
Según relatan los guías durante el paseo, Francisco Argandoña y su esposa, Clotilde Urioste, eran gente adinerada que amasó su fortuna por auge de la plata en el siglo XIX. La historia da cuenta de que llegaron a tener su propio banco y posteriormente fueron socios fundadores del Banco Nacional de Bolivia en 1871. Recibieron el título de “Príncipes de La Glorieta” por el Papa León XIII debido a sus obras de caridad; entre ellas, el mantenimiento del orfanato “Santa Clotilde”, que sigue en funcionamiento.
El monumental palacio llamado “Glorieta” presenta una mezcla de varios estilos arquitectónicos que fueron apreciados por los príncipes durante sus muchos viajes y que fueron replicados en el lugar. Un frontis holandés de estilo renacentista, una torre octogonal romana, cuerpo de estilo bizantino, pórtico árabe de arcos poli ovulados, torre reloj replica del Big Ben de Londres, capilla con campanario de estilo gótico. El castillo fue construido durante cinco años desde 1893, bajo la dirección del arquitecto Antonio Camponova. El edificio era utilizado como casa de campo lo que da a entender que los príncipes no vivieron ahí permanentemente.
La infraestructura cuenta con 41 habitaciones, pero no todas están habilitadas para la visita de turistas. Todos los materiales de la edificación fueron importados de Europa, desde los ventanales, con sus iniciales talladas, hasta los muebles. En la entrada, un monumento dedicado al príncipe Francisco Argandoña da la bienvenida, seguido de escalinatas que abren paso al portón y bellos vitrales dispuestos a los costados. Cada habitación se distingue por su estilo y su función social. Como principal habitación del edificio, La Capilla recibe a los visitantes. Los Argandoña al ser devotos católicos decidieron hacer construir un espacio dedicado a las misas y rezo.
En el interior vemos el ingreso al Salón Azul. Habitación donde, según relatan los guías, se realizaban las reuniones familiares. El recinto es conocido también como el “Salón del Bien” porque en su decoración destacan esculturas de ángeles sosteniendo arreglos florales, también torsos de mujeres semidesnudas que asemejan a esculturas de las diosas de la mitología griega. Una chimenea tallada en mármol de Carrada es parte de los ostentosos detalles de este sitio; la misma habría sido comprada en Italia.
A unos pasos de esa habitación, se cruza un pequeño pasillo para llegar al comedor o el “Salón del Mal”, conocido con ese nombre porque fue dedicado en ese entonces a una función más mundana. Era el lugar donde el príncipe realizaba sus k’oas y ofrendas a la Pachamama. En este salón la decoración alude a símbolos del inframundo, tales como murciélagos y perros alados. Muestra un estilo árabe con esculturas de leones y frutas en el techo como símbolo de la riqueza en la familia y su poder social. La chimenea, también de importación, fue tallada en mármol Salmón. En este recinto se exhiben también los escudos o blasones de la familia, destaca el título real de Príncipes que se les otorgó a los Argandoña en el siglo XIX.
Frente a los salones “del bien y del mal”, una amplia escalera dirige al segundo piso. El barandal acompaña el ascenso con sus tallados de estilo árabe que se repiten uno tras otro. Una vez arriba, se aprecia una de las habitaciones más amplias del castillo: el dormitorio de los Argandoña. Esta habitación tiene varias puertas que dan paso a un balcón largo con vista a los jardines. Dos camas finamente talladas son el deleite de los visitantes, mientras que en el techo se exhiben varias figuras femeninas de torso desnudo que parecen sujetarse con una mano y comunicarse con el visitante.
Cada mueble que actualmente se aprecia en las habitaciones son réplicas de los originales. Después de que los príncipes fallecieron (él en 1910 y ella en 1933) el castillo tuvo varios dueños. Sus sobrinos fueron los herederos directos pero no pudieron mantener la propiedad por la magnitud de la infraestructura. En 1952 el castillo sufrió un saqueo que obligó a los dueños a venderlo al Ministerio de Defensa. Los pocos muebles que se lograron rescatar son los que se exponen actualmente en los museos Gutiérrez Valenzuela y Charcas en Sucre.
Siguiendo el recorrido se puede ver “Las Torres de los Príncipes”, un atractivo que se aprecia desde cualquier parte de la construcción. La torre del príncipe es de estilo bizantino y ruso. Tiene una altura de 45 metros con 108 escalones. A su lado se erige la torre de la princesa, con un acabado de estilo chino, con 30 metros de altura y 80 escalones. Estos espacios les servían como miradores de su extenso terreno, que llegó a tener ocho kilómetros cuadrados de superficie.
Otro atractivo es la biblioteca, allí se pueden observar cuadros originales del año 1903, pintados por el artista francés Francisco Perera. Cada imagen representa escenas de la vida de los Argandoña, tales como el retrato con sus padres o la efigie junto a los huérfanos, a quienes ayudaban.
Uno de los lugares de gran atractivo, es el jardín que es considerado una versión pequeña del Jardín de Versalles de Francia, cuyos atributos son mantenidos hasta el día de hoy y se utiliza también como una Fuente de Los Deseos. Allí, también llama la atención una réplica del Big Ben de Londres.
Este vergel es “custodiado” por los lagos de Los Cisnes y el de los Suspiros. En el mismo perímetro se puede ver un templo empleado para la meditación, donde los príncipes practicaban ejercicios místicos aprendidos en sus viajes a la India.
Actualmente las dimensiones de toda la propiedad se han reducido. Al estar bajo el cuidado de los militares, se tomó parte del terreno para la construcción del Liceo Militar de Sucre. La decoración de la fachada de este centro de formación fue diseñada acorde al estilo del castillo para no entorpecer el hermoso paisaje del que goza cada visitante.
La Glorieta ahora pertenece a la Gobernación de Chuquisaca, que se ocupa del mantenimiento general del edificio. En 1987 fue declarado Monumento Nacional por ser una infraestructura única en Bolivia, además de su alto valor patrimonial, cultural, arquitectónico e histórico. Esta joya turística se encuentra a una hora de la ciudad de Sucre y recibe visitantes desde 1996.
HORARIOS DE ATENCIÓN
Sus puertas están abiertas los siete días de la semana desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. El personal del lugar ofrece una guía completa por los atractivos al interior del mítico edificio.
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